La separación provoca muchas emociones. Compare las emociones que sintió con las que ve en la pantalla. Es posible que haya pasado por algunas o todas estas emociones en algún momento de su separación.
Examinemos algunas de estas emociones más de cerca.
Enojo
El enojo es la emoción fundamental de un divorcio. Es doloroso, complicado y puede revolver toda la vida de una persona. El dolor, enojo, resentimiento, depresión o confusión emocional parecen durar para siempre.
Cuando no se enfrenta el enojo, no desaparece. Se redirige. La resaca del divorcio empieza cuando el enojo se desvía hacia la cosa o persona que alguien considera responsable por el divorcio. Este desvío del enojo puede manifestarse como revancha, acusación, sabotaje y control inapropiado.
Por ejemplo:
U, otro ejemplo:
El enojo a menudo prolonga el caso legal y lo hace más costoso.
Depresión
La depresión es tristeza y un gran desaliento que se prolonga por mucho tiempo. Cuando el enojo manifiesta en forma interna, puede resultar en depresión. Una persona que sufre de depresión puede retraerse o escaparse.
Una persona desesperada por la quiebra de una relación puede no querer que cambie nada y puede negarse a hablar sobre los cambios. La persona incluso puede negarse a separarse.
Cuando una persona está deprimida puede ser difícil tener una conversación constructiva. Es posible que no sea posible hablar sobre las finanzas con esa persona.
Traición
La traición es el acto de hacerle daño a alguien que confía en usted. Lo que siente es que se rompió la lealtad. A menudo cuando una persona se siente traicionada, trata de vengarse de la otra persona económicamente. La revancha o las represalias a menudo se traducen en un deseo de quitarle más dinero.
Estos son algunos ejemplos:
Culpa
La culpa es la sensación de haber hecho algo mal. La culpa puede tener un efecto muy poderoso en la toma de decisiones económicas. Puede hacer que una persona caiga en la trampa de renunciar a más de lo que debería renunciar. Cuando los padres se separan, los niños tienden a sentirse culpables, como si fueran responsables por lo que pasó.
Por ejemplo, un padre que se muda a otra ciudad con los niños puede aceptar renunciar a la manutención de los hijos porque se siente culpable por mudarse.
Desde el punto de vista económico, nunca debería negociar hasta que esté listo para separar la emoción del proceso de negociación. Puede ser mejor tomarse un respiro en las negociaciones que actuar bajo el control de sus emociones.